16 d’oct. 2010

O.N.U., 65 ANYS


Després de les dues guerres mundials i del fracàs de la Societat de Nacions que tenia la seu a Ginebra, els guanyadors de la Segona Guerra Mundial van dissenyar un nou ordre mundial que, més o menys, ens ha arribat fins l'actualitat amb evidents encerts (les actuacions dels cascs blaus en missions de pau) i nous fracassos (com la guerra freda i tots els conflictes bèl·lics que s'arroseguen des del segle XX: Orient Pròxim, Afganistan, etc.).

De tota manera, a banda dels conflictes tradicionals no resolts, la globalització només ha proposat el joc del comerç mundial en un món capitalista uniformitzat, però injust i desigual. Potser l'ONU hauria de marcar-se objectius més ambiciosos com ara la globalització de la riquesa, de la justícia, de la democràcia, dels drets individuals i col·lectius, del respecte per les cultures minoritàries i minoritzades, de la protecció de la multiculturalitat i la paralització dels paradisos fiscals, de les dictadures de tots els colors (militars, feixistes, socialistes, islàmiques, budistes, comunistes hereditàries, etc.) i dels règims emergents que no respecten ni els drets laborals dels treballadors, ni el Medi Ambient, ni volen saber què és això del desenvolupament o creixement sostenible...

De tota manera, potser els europeus som, ara mateix, els que ho tenim pitjor, ja que l'economia s'ha decantat cap a l'especulació interior i la deslocalització de l'economia productiva amb l'externalització d'altres processos i serveis que, en molt poc de temps, estan provocant sinergies negatives entre els governs de torn (neoliberals o socialdemòcrates) que es veuen impotents per frenar el desmantellament de l'Estat del Benestar i, el que és pitjor, del centre del món ubicat, fins temps ben recents, en l'entorn de la societat occidental.

El Liberalisme que va desmantellar al segle XVIII l'Absolutisme Monàrquic a Europa -malgrat la democràcia emergent dels Estat Units-, pot acabar descomposant l'essència bàsica de la identitat europea: el benestar en llibertat i la convivència pacífica del pluralisme polític que, fins ara (des del naixement de l'ONU i la Unió Europea), respectava les diferents sensibilitats geogràfiques del vell continent... (A.P.F.)


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UN MUNDO SIN CENTRO (Javier Batalla, La Vanguardia)

Un analista chino dibuja un mundo basado en el amor universal y la armonía, no en los valores occidentales

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) cumplirá 65 años el próximo 24 de octubre. La impulsó un presidente estadounidense, Franklin D. Roosevelt, cuando el desorden internacional era muy distinto, y uno de sus sucesores, George W. Bush, pretendió imponerle un plan de jubilación anticipada. No lo consiguió, y el principio multilateralista que Roosevelt tomó de Woodrow Wilson sigue siendo válido. Pero el mundo ha cambiado y el poder se ha hecho mucho más difuso.

La conferencia de San Francisco, que en abril de 1945 reunió a 51 países, ultimó los detalles de la carta fundacional del organismo. Pero este encuentro fue en realidad la culminación de un esfuerzo político y militar que comenzó mucho antes. Los orígenes de la ONU explican que no es un accesorio idealista, como dicen sus críticos, sino una necesidad realista, como afirman sus abogados. Roosevelt y Churchill idearon la ONU para ganar la guerra y establecer las bases de una paz duradera.

La ONU nació como ágora de la coalición vencedora en 1945, pero también fue el segundo intento de Estados Unidos de crear un nuevo orden mundial según sus valores, y no sólo porque el magnate Rockefeller donara el terreno para construir el rascacielos de la ONU sobre el East River, en Manhattan, donde operaba el matadero de Nueva York. Cuando Dean Acheson, subsecretario de Estado en 1945, publicó su autobiografía, eligió un título grandilocuente. Presente en la creación, escribió para indicar que había asistido a la fundación de un nuevo mundo por parte de Estados Unidos. La realidad es que Acheson fue uno de los hombres sabios que crearon un orden que, con la ONU como piedra angular, legitimó el poder de Estados Unidos en la posguerra.

La primera tentativa estadounidense fue la Liga de las Naciones, que se disolvió en 1946 y transfirió a la ONU algunas de sus propiedades, incluidas las críticas. No me fastidies con esa m... de ONU, le dijo un día Henry Kissinger, cuando era secretario de Estado, a su asesor sobre organizaciones internacionales. La Liga de Naciones, después Sociedad de Naciones, fue creada bajo los auspicios de Wilson, quien sentó las bases del idealismo americano en la política exterior. Pero sin Estados Unidos, el organismo fracasó, aunque los ideales de Wilson no cayeron en saco roto. Y los objetivos por los que la ONU empezó a funcionar el 24 de octubre de 1945 no fueron menos ambiciosos: eliminar las causas de la guerra, la tiranía y la injusticia. Pero llegó la guerra fría, que enterró los ideales con los que pretendía ser el símbolo de la inalcanzable salud moral del mundo. Y después de la guerra fría, la ONU ya no es reflejo del mundo actual, que de bipolar durante cuatro decenios y unipolar por un instante pasará a ser multipolar. ¿Cómo será entonces el mundo dentro de diez años?

Hace dos semanas, en un seminario organizado por Asia-Europe Foundation, veinte periodistas de Asia, Europa y Rusia debatimos en Bruselas sobre el orden que se avecina. Y una de las conclusiones, subrayada por chinos e indios, es que el que viene ya no se hará según los valores occidentales. En el pasado, el poder global tuvo un centro, tanto en la colonización del siglo XIX como en la guerra fría, cuando el poder tuvo dos centros. China, por el contrario, ve un mundo futuro sin centro.

Li Limin, analista del China Institutes for Contemporary International Relations, puede que vaya por libre, pero su visión no debe desagradar a los dirigentes de Pekín, lo que hace interesante su libro Global geopolitical changes and China's strategic choices. Li Limin pronostica que el auge de Asia-Pacífico erosionará los valores cristianos que justificaron la dominación de las potencias occidentales. Y aquellos valores serán reemplazados por valores confucianos como la armonía, la concordia universal y la coexistencia. Li Limin, sin embargo, no menciona que los inmigrantes rurales chinos tienen que malvivir, aislados de la ciudad, en recintos amurallados.

Los países de Asia-Pacífico, al atenerse a los principios de soberanía nacional y de no injerencia, superarán, dice Li Limin, el maniqueísmo occidental que dice quién es el bueno y quién el malo. Y si a la no injerencia, que es lo que China practica en Sudán, le añadimos la inutilidad de la guerra, como demuestra Afganistán, el analista sugiere que conceptos de la cultura clásica china como el amor universal y la no agresión serán básicos en el nuevo orden. ¿Qué propone entonces Li Limin a los líderes de Pekín? Primero, que el ascenso sea pacífico. Y segundo, que eviten que otros países se alíen para frenar su ascenso u oponerse a los valores chinos.

Laulauenlaseuatinta

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